Historia
Fundada en 1943 por un grupo de jóvenes profesionales, principalmente médicos y abogados de la alta sociedad cordobesa, esta hermandad nació con el propósito de enriquecer la Semana Santa de Córdoba. Su primer cabildo de oficiales aprobó los estatutos y estableció como objetivos principales la adquisición de enseres y la incorporación de un Crucificado. Para ello, encargaron al reconocido imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci la talla del Santísimo Cristo de la Buena Muerte en madera de cedro, y poco después, la imagen de Nuestra Señora Reina de los Mártires, una Dolorosa de gran belleza y expresividad.
La hermandad realizó su primera Estación de Penitencia en la madrugada del Viernes Santo de 1946, marcando un hito al ser la única cofradía que procesiona en esa jornada. Desde entonces, ha mantenido una presencia destacada en la Semana Santa cordobesa. En 1951, incorporó el paso de palio de la Reina de los Mártires, una obra maestra del arte cofrade, diseñada por el orfebre Jesús Domínguez y la bordadora Esperanza Elena Caro, considerada hoy como uno de los pasos más completos de Córdoba.
A lo largo de su historia, la hermandad ha experimentado cambios significativos. En los años 1961 y 1962, alteró su día de salida al Viernes Santo por la tarde debido a modificaciones en el itinerario oficial, aunque regresó a la madrugada en 1964. En 1978, enfrentó un desafío cuando los costaleros profesionales se negaron a cargar el paso de la Virgen, lo que llevó a la hermandad a depender de cuadrillas de hermanos.
En 1982, bajo el liderazgo del hermano mayor Antonio Miguel Capdevila Gómez, se impulsó una renovación generacional y se fomentó la participación de jóvenes. Durante esta época, se restauraron las imágenes titulares y el paso de Cristo, y se fortalecieron los lazos con otras cofradías. En 2004, se aprobó la incorporación de mujeres como nazarenas, un paso histórico que se materializó en 2005.
La hermandad celebró su Cincuenta Aniversario Fundacional en los años 90 con una serie de cultos y actividades, y en 2005, participó en una peregrinación jubilar a la Basílica de San Pedro, presidida por la Reina de los Mártires, en honor a los Santos Mártires cordobeses.
Sagrados Titulares
Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Tallado en 1945 por el reconocido imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci, esta imagen está inspirada en el crucificado homónimo de la Hermandad de los Estudiantes de Sevilla, obra de Juan de Mesa. Restaurada en 1984 por Francisco Peláez del Espino y en 1991 por Miguel Ángel González, el Cristo procesiona sobre un paso renacentista de caoba, también diseñado por Lastrucci. Destacan sus elementos de iluminación, que alternan entre cuatro faroles o cuatro hachones, simbolizando la fe y el dolor ante la muerte redentora de Cristo. El paso es llevado por 28 costaleros.
Nuestra Señora Reina de los Mártires. La imagen de la Virgen, también creada por Antonio Castillo Lastrucci en 1945, fue restaurada en 1985 por Francisco Peláez del Espino y en 1990 por Miguel Ángel González. Procesiona bajo un palio considerado el más completo de Córdoba, con exquisitos bordados de Esperanza Elena Caro y una impresionante orfebrería de Jesús Domínguez. El paso es portado por 35 costaleros, y su belleza y majestuosidad la convierten en una de las imágenes más veneradas de la Semana Santa cordobesa.
Sede Canónica
La Real Colegiata de San Hipólito, ubicada en el centro de Córdoba, es un templo católico de gran relevancia histórica y artística. Fundada en 1343 por el rey Alfonso XI de Castilla, fue concebida como un monasterio y panteón real en agradecimiento por la victoria en la Batalla del Salado (1340). El rey deseaba que aquí descansaran los restos de su padre, Fernando IV el Emplazado, y los suyos propios, lo que convirtió al templo en un lugar de gran significado dinástico.
En 1347, el Papa Clemente VI elevó el monasterio al rango de colegiata, permitiendo que se celebraran oficios solemnes en memoria de los reyes difuntos. Sin embargo, las obras avanzaron lentamente, y solo se completaron la cabecera y el crucero durante los siglos XIV y XV. No fue hasta el siglo XVIII, bajo el reinado de Felipe V, cuando se finalizó la construcción del templo, destacando la intervención del arquitecto Juan de Aguilar y la probable influencia de Tomás Jerónimo Pedrajas.
En 1852, durante el reinado de Isabel II, la colegiata perdió su rango, pero continuó abierta al culto. A finales del siglo XIX, fue cedida a la Compañía de Jesús, que la administra hasta hoy. En 1994, se restauró el exterior del edificio, recuperando su aspecto original del siglo XVIII bajo la dirección del arquitecto Arturo Ramírez.